Génova, julio de 2001: un levantamiento social invade la ciudad. Un levantamiento calumniado por los politicastros y vendida por los periodistas, atacada por las cargas de la esbirrada y sofocada por las chácharas de los especialistas

Génova, marzo de 2004: se abre el proceso –que prepara otros –contra veintiséis manifestantes acusados de “devastación y saqueo” por la revuelta contra el G8. El Estado que durante la cumbre se ha quitado la máscara, masacrando e hiriendo en la calle, torturando en lo cerrado de sus comisarías y sus cárceles, ahora ajusta las cuentas. Entre tanto, la odiosa división entre buenos y malos realizada en la calle por quienes querían enviar al parlamento y a la televisión a los primeros, y al juzgado y a la cárcel a los segundos, es servida por los mismos aspirantes a jefes de la contestación frente a los magistrados, en nombre de la Verdad y la Justicia.

Como si desde lados de la barricada opuestos hubiera una verdad y una justicia en común. La verdad de los insurrectos es que aquel levantamiento ha implicado a millares de individuos dispuestos a derribar el orden del dinero y de las porras. La justicia del Estado es que los torturadores, los aporreadores y los asesinos han sido, como siembre, ascendidos.

Los inquisidores seccionan la historia y los acontecimientos como los aparatos de control seccionan los barrios y ciudades. Una revuelta generalizada debe tener sus chivos expiatorios, unos pocos a quienes castigar para que muchos aprendan. Y ahora, ¿Qué harán esos muchos, qué haremos nosotros?

No dejemos a los acusados en manos de los jueces. No reduzcamos la insubordinación de aquel julio, la contagiosa solidaridad que ha conquistado las calles, a asunto de tribunales y de abogados, de códigos y discursos. No dejemos secarse en los ánimos la sangre derramada a manos de los esbirros del Estado. No olvidemos a quien se ha batido con coraje, a quien ha cometido el apasionado crimen de la libertad.

Que los generosos dirijan un pensamiento especial a quienes azuzan la represión pretendiendo dinero de los acusados y venganza de los magistrados: los bancos Carige y San Paolo Imi, el carabiniere Filippo Cavataio, la Presidencia del Consejo, los ministerios del Interior, de Defensa y de Justicia.

Desde este lado de la barricada, escupimos sobre las leyes que bendicen el dominio del hombre sobre el hombre. Si los inocentes merecen nuestra solidaridad, los culpables la merecen todavía más.

algunos cómplices
Abril 2004

 
 

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